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“Tanta gente que sufre y no puede hablar”

29/10/2014

1 Comment

 
“Mi nombre es Claudia y tengo 38 años. Mi madre era una mujer sumisa y se sometía a los golpes y violaciones de mi padrastro y a todo lo que él le decía, porque él la mantenía. Él también me violó cuando yo tenía ocho años y cuando se lo dije a mi madre, ella no me creyó y tuve que huir a la casa de mi abuelita. Crecí odiando a mi mamá y con un gran resentimiento y rechazo hacia toda persona que se me arrimara, pues no creía en nadie.

Mis dos hermanos mayores se fueron a los 12 años a educarse a Cuba y por eso me sentía indefensa. Mi abuelita me dio mucho apoyo, pero la tía que vivía con ella me trataba como empleada y me obligó desde niña a lavar ropa y a hacer todas las cosas de la casa. En realidad, nadie le dio importancia a que me hubieran violado, ni hicieron nada por ayudarme a superarlo.

Cuando mi hermano mayor volvió de Cuba cuando ya tenía 24 años, odió a mi padrastro y no le perdonó a mi madre que no me protegiera. Poco después de volver, él se suicidó con un disparo de fusil, y fue muy duro para mí porque sentí que lo había hecho por lo que me había pasado. Mi padrastro fue a los periódicos a decir que se había matado porque vivía conmigo, una calumnia terrible que mi madre permitió. Justo un año después, mi padrastro murió de un infarto.

Para ese entonces yo tenía 16 años, me sentía sola y desesperada. Por eso decidí salir con un enamorado, pero él me engañó, me llevó al Parque Luis Alfonso Velásquez, donde me emborrachó, me llevó a un motel y me violó.

Me dio vergüenza regresar donde mi abuelita y me fui a la casa de mi padre, donde mi madrastra me apoyó y aconsejó que me apartara, pero yo volví con este hombre con el que tuve una hija. Él me ha golpeado mucho en estos 18 años, me ha maltratado verbal y psicológicamente y a raíz de esa situación, mi otro hermano que es policía me llevó al CEPREV a recibir un taller, porque él ya había sido capacitado.

Al principio yo me había burlado de mi hermano cuando después del taller llegó a mi casa llorando. Yo le pregunté “¿Por qué estás llorando, si decís que los hombres no lloran?”, y él me respondió: “En estos dos días viví la mejor experiencia de mi vida, comprendí que nuestra mamá es víctima de lo que nos ha pasado, y aunque yo también la odiaba, ahora siento que la amo”. Yo le dije: “estás loco, ¿cómo vas a cambiar en dos días todo lo que has sido?”, y él me recomendó: “Vivilo vos”.

Cuando fui al taller del CEPREV, comprendí que tenía razón. Todo lo que yo había vivido pasaba en muchos hogares. Yo pensaba “tantas cosas que escondemos, y tanta gente que sufre y no lo puede sacar”. Tuve que ir a otros talleres más para atreverme a abrazar a mi mamá. Ella lloró y me dijo que me amaba. Esto me ayudó mucho, porque yo estaba repitiendo los errores; le pegaba a mi hija en el colegio, la humillaba y no dejaba que nadie se le arrimara. Ahora somos las mejores amigas, nos contamos todo y ella es súper mejor que yo, porque participa en una red de jóvenes por la paz.

Siento que ahora soy otra mujer, doy charlas en mi barrio a hombres y mujeres, a maestros, alumnos y hasta a la directora del colegio. Gracias a Dios la gente me escucha y me agradece. Incluso capacito con los manuales del CEPREV, a los policías de mi barrio. Si hay un problema en la comunidad, me llegan a buscar de inmediato y yo intervengo, especialmente con los jóvenes en pandillas.

Con todo el trabajo que hacemos, el barrio se ha pacificado y la violencia ha disminuido tanto en la escuela donde soy maestra como en la comunidad. También capacito en la Iglesia Evangélica y cuando hay problemas el pastor me manda a llamar. Mi hermano policía también cambió totalmente con su familia, es un gran padre y trabaja increíblemente con las pandillas, pues él mismo los capacita. Los pandilleros lo quieren y aceptan porque es un policía modelo.

Por todo esto que viví y aprendí, quisiera decirle a los hombres y mujeres que lean esto, que es bueno y necesario abrirse, que los secretos de las familias no ayudan y hay que romper el silencio y aceptar la ayuda que nos ofrecen para que podamos sanar nuestras heridas y lograr la paz.

Mónica Zalaquett
Directora Ejecutiva del CEPREV

(La autora recoge testimonios de personas atendidas por el Ceprev que desean compartir sus experiencias de cambio.)

Publicado en la sección de Opinión del Nuevo Diario, Nicaragua el domingo 26 de octubre de 2014.
1 Comment
Lola
18/12/2020 09:28:30 pm

mi padrastro hace sentir mal a mí mama no la valora , le fue infiel otra vez hace unos días y sin embargo en lugar de tratar de arreglar las cosas con mi mamá es peor y como siempre la que sufre es mi madre y el como si nada , eso me pudre de irás nunca admite sus errores y si comete mil errores al día , los vuelve a repetir al siguiente , y mi mamá siempre lo perdona
YA NO LO AGUANTO
el nunca me faltó el respeto ni nada , el único problema es que no deja de pelearse con mi mamá hasta se pelea por tontería 😤

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