Mantente en contacto
Centro de Prevención de la Violencia
CEPREV
  • INICIO
  • QUIENES SOMOS
  • QUE HACEMOS
    • COLABORA
    • Convocatoria
  • PROYECTOS
  • CAMPAÑA
    • Exposición: "Soy hombre y no quiero armas."
    • Exposición: "Managua, luces y sombras tras el balón."
  • PUBLICACIONES
    • Articulos de Monica Zalaquett
  • BLOG

“Los hombres sí pueden cambiar”

19/3/2015

0 Comments

 
“Mi nombre es Marta y tengo 24 años. Nunca conocí a mi padre, porque yo nací debido a una violación. En mi infancia tuve tres padrastros, uno de los cuales abusó sexualmente de mí y de mi hermana, pero ambas callamos por miedo a que él matara a mi mamá. Fue hasta ahora que somos adultas que nos atrevimos a romper el silencio, con el apoyo de una sicóloga del Ceprev.

Todas las parejas que tuvo mi madre la golpeaban y a nosotros también. Crecí en una familia donde siempre hubo maltratos físicos y sicológicos, y mi madre estuvo ciega sobre su situación, hasta el día en que le pregunté por qué andaba siempre con morados en los ojos y en el cuerpo, y que si no se valoraba como mujer. Entonces, me dio la razón y decidió quedarse sola un buen tiempo. Después se casó con un hombre cristiano que nos respeta y nos quiere, y así se acabó nuestro martirio.

A mi esposo, lo conocí cuando tenía 14 años y tuvimos dos hijos: una niña, que tiene siete años, y un niño, de dos. Al inicio de nuestra relación él andaba en pandillas y en drogas, era machista, violento y me pegaba cada vez que se drogaba.

En una ocasión, mi esposo estuvo preso ocho meses. Yo vendí todo lo que tenía y lo saqué de la cárcel, pero pronto volvió a los pleitos de pandillas y al robo. Entonces volvió a caer preso y estuvo dos años más en La Modelo, mientras yo trabajaba para ayudar a mis hijos. Salió nuevamente y esa vez me juró que iba a cambiar, y sí cumplió, porque empezó a trabajar como vendedor ambulante y luego en un hotel; sin embargo, se metió con otra mujer y nuestro matrimonio se derrumbó.

El también seguía metido en las pandillas y nos separamos por ocho meses en los cuales no nos vimos y él tampoco vio a nuestros hijos. En ese período, llegaron a buscarlo las sicólogas del Ceprev al barrio, él aceptó recibir un taller y después me buscó para regresar conmigo. Al comienzo no creía en su cambio, pero él insistió y me invitó a cursar otro taller junto a él. Acepté y me di cuenta de que era verdadero, porque se interesaba en ayudar a otros jóvenes a dejar la violencia.

Yo volví con mi esposo cuando vi que había dejado atrás las pandillas y ya no mostraba el carácter machista que tenía conmigo. Yo también era violenta con mis hijos y hacía con ellos lo que mis padrastros habían hecho conmigo, pero en el taller aprendí a respetar y querer a mis hijos, porque los niños también tienen sus derechos y no se puede vivir abusando de ellos.

Ahora nuestra relación ha mejorado mucho, pero también me he dedicado a apoyar con mi esposo a otros jóvenes que andan en pandillas y a capacitar a las mujeres que aguantan violencia, con las charlas que recibimos en el Ceprev. Hemos visto cambios en personas que hemos apoyado y eso nos hace sentir bien, porque es un trabajo que hacemos de corazón. En el barrio, ya no hay pandillas ni andan robando como antes y hay menos violencia en las familias.

Quisiera decirle a las mujeres que han pasado por mi situación que no tienen por qué vivir aguantando golpes, que se valoren y se den a respetar. También quisiera decirle a los hombres que sí pueden cambiar y dejar el machismo atrás, pero tienen que buscar apoyo. Si en sus barrios no trabaja el Ceprev, hay muchos policías que han sido capacitados y brindan charlas sobre el machismo.

Con los cambios que he tenido en mi vida me siento una mujer nueva y libre, me siento una mejor madre, esposa e hija. He sabido recapacitar y seguir adelante. Mi matrimonio ha cambiado porque ahora si yo lavo ropa, él cocina, baña a los niños o deja a la niña en el colegio. Cuando salgo a lavar y planchar, él se queda con los niños, y cuando a él lo buscan para trabajos de albañilería, me quedo con ellos. Nos apoyamos el uno al otro, y nos tenemos más amor y respeto. Sí existen los cambios en la vida, porque querer es poder, y sí podemos llegar a tener una buena familia”.

Mónica Zalaquett
Directora Ejecutiva del CEPREV

(La autora recoge testimonios de personas atendidas por el Ceprev que desean compartir sus experiencias de cambio.)

Publicado en la sección de Opinión del Nuevo Diario, Nicaragua el domingo 23 de noviembre de 2014.

0 Comments

“Al abandonarnos, nos han hecho un daño inmenso"

19/3/2015

1 Comment

 
“Mi nombre es Mercedes y tengo 36 años. Mi mamá me regaló a una tía de ella cuando yo tenía cuatro meses y solo volví a verla hasta que cumplí diez años. Hasta la fecha no conozco a mi papá, por eso llevo los apellidos de los padres que me adoptaron y me dieron todito el amor del mundo, porque no tuvieron más hijos que a mí.

A los diez años, acompañé a mi padres al dentista, sin saber que el doctor era el marido de mi madre biológica. Al verlos, ella les preguntó por mí, se citaron a comer una semana después y me avisaron que entre todos me iban a contar algo. En ese almuerzo me dijeron la verdad y yo reaccioné horrible, lloré y me puse como loca negando que esa otra mujer fuera mi madre.

Esas son cosas que marcaron mi vida, porque al abandonarme ella, me hizo un daño inmenso. Mi madre adoptiva ya murió y mi madre biológica nunca estuvo para mí, ni siquiera cuando estuve grave en el hospital por la pérdida mi bebé. En esa ocasión, dijo que para qué iba a llegar a verme si no era Dios para salvarme.

Yo viví en El Rama hasta los 14 años, luego me vine a Managua a estudiar, aquí me enamoré y me casé a los 16 años. Tuve dos hijos y estaba pasando graves problemas con mi marido cuando el Ceprev me visitó. Mi esposo me había abandonado por una mujer más joven, pero a él lo invitaron a un taller y después de esa experiencia tuvo un cambio radical. Antes no quería ver a sus hijos ni a mí, pero después llegaba cariñoso, nos decía que estaba arrepentido de haber destruido su hogar y por eso acepté que lo intentáramos de nuevo.

Mi esposo ha cambiado, abraza a sus hijos, ya no les grita como antes, está pendiente de nosotros y trata de remediar lo que hizo. A mí me ha costado perdonarlo, porque hubo momentos en que pensaba en matarlo y era muy agresiva, pero con el Ceprev he aprendido a controlarme.

En medio de mis problemas yo también maltrataba a mis hijos, les pegaba con fajas, les gritaba de todo y los amenazaba con abandonarlos, porque era lo mismo que yo viví: les estaba pasando la cuenta por lo que me hizo mi madre. Solo vivía enojada, pero ahora ya no los amenazo ni les grito. Yo he sido simple por el abandono que sufrí, pero ahora quiero aprender a ser amorosa con mis hijos.

Mi primer paso es perdonar a mi madre. Ella también fue regalada y creo que por eso nos abandonó a mi hermana y a mí, pero nunca lo hemos hablado. El 30 de mayo pasó frente a mi casa y le di la espalda. Yo sé que eso le dolió y tengo ganas de hablar con ella, y saber quién es mi padre biológico y conocerlo. No me quiero morir sin saber de él.

Antes yo tenía mi autoestima por el suelo, pensaba que no era nadie y con el Ceprev he aprendido que las mujeres valemos igual que los hombres, y que soy una mujer valiosa”.

“Me llamo Vidal y tengo 39 años. Soy el esposo de Mercedes. Mi padre me abandonó recién nacido y mi madre me crió sola, fue padre y madre para mí. Mi padre era alcohólico y volví a verlo hasta que tenía ocho años, luego lo vi pocas veces hasta que murió. Ese abandono también marcó mi vida.

En mi infancia nunca jugué ni hice deportes, desde que recuerdo solo trabajaba con mi madre en el mercado. Tomé la decisión de trabajar por mi cuenta a los 15 años, y comencé a jalar canastos y carretones hasta que me metí al ejército a los 18 años. Tengo algunos meses de haberme retirado y ahora trabajo como vigilante.

Hace dos años me separé de mi esposa para irme con otra muchacha, pero me fue mal. En esos tiempos, un joven de mi barrio me invitó a un taller del Ceprev y ahí aprendí a comunicarme con mis hijos, y a no ser grosero con ellos. También aprendí a estar más cerca de mi esposa y a no quedarme en las calles buscando como divertirme.

Yo les diría a los hombres que la piensen bien antes de abandonar su hogar, porque uno cree que va a vivir tranquilamente con otra mujer, pero la verdad es que uno se siente mal. Mis amigos creen que venir al Ceprev es para los que están locos, pero es bonito porque nos han ayudado en muchas cosas para salir adelante con la familia”.

Mónica Zalaquett
Directora Ejecutiva del CEPREV

(La autora recoge testimonios de personas atendidas por el Ceprev que desean compartir sus experiencias de cambio.)

Publicado en la sección de Opinión del Nuevo Diario, Nicaragua el domingo 21 de diciembre de 2014.
1 Comment

“Me balearon por andar tirándomelas de macho”

2/3/2015

3 Comments

 
“Me llamo Josué y tengo 28 años. Me crié con mi madre y mi padre, pero mi papá era policía y nos gritaba mucho, no nos dejaba salir ni a jugar y tenía un régimen demasiado estricto para tratarnos. El ya murió de cáncer, porque fumaba demasiado y a todos nosotros nos dolió mucho su muerte, a pesar de que haya sido tan duro.

Como a los diez años, me rebelé y empecé a andar en las calles con otros chavalos, a tomar y fumar con mi pandilla. Luego por varios años nos dedicamos a robar, buscábamos pleitos en todos lados, nos enfrentábamos con otras pandillas a pedradas y a balazos. Cuando yo tenía 19, mataron a un amigo en la puerta de mi  casa. Yo me había criado con él desde chiquito, caminábamos como hermanos y yo sentí una gran rabia y tristeza porque no pude hacer nada. Yo le quise abrir la puerta, pero los traidos me lo arrebataron de los brazos y lo apuñalearon.

En ese momento decidí vengarme. Ya para entonces había visitado el Ceprev, pero no acepté sus consejos, ese día conseguí un AK y matamos a dos del bando contrario. Los pleitos siguieron y luego cuando tenía 22 años, me hirieron en un enfrentamiento. Recibí seis balazos y 16 machetazos. Estuve en coma dos meses y quince días.  Mi padre había muerto un mes antes, pero yo inconsciente lo miraba a la orilla mía sobándome la cabeza. Al principio yo pensaba, estoy muerto porque lo estoy viendo. Cuando desperté, le dije a mi mamá: "Mi papá estuvo aquí", pero ella no me pudo creer. A los dos días después de despertar lo volví a ver a mi lado en la cama y él me dijo: "Componete, cuidá a tu madre y a tus hermanos".

Después de eso acepté vivir otro de los talleres del Ceprev, y entonces me sentí liberado de todo lo malo que había hecho. Le pedí disculpas a mucha gente a la que le había hecho daño, y ya no seguí en las calles buscando pleitos.  Si yo no hubiera asistido a ese taller mi vida no hubiese cambiado. Empecé a andar con una muchacha y tuvimos un hijo. Luego nos separamos, pero al niño lo veo cada semana porque él es todo para mí,  lo cuido de la mejor forma porque he decidido que a él no le va a pasar lo que yo viví.

Mi vida ha cambiado demasiado, antes no conseguía ningún trabajo, ahora soy soldador y también salgo a vender frescos y comida. Tengo otra pareja que tiene una niña y yo le ayudo a mi suegra a vender en su comidería. Ella me tiene confianza porque ha visto mi cambio, yo le llevo las cuentas honradamente,  algo que nunca hubiera hecho cuando andaba en las pandillas.

También mi madre dice que se siente orgullosa de mí y me pide que siempre siga así porque ella sufrió demasiado cuando me balearon.  Una vez me dijo,  "desde la última vez que fuiste al Ceprev cambiaste rotundamente, dejaste de andar en las calles y las pandillas y le doy gracias a Dios por eso, veo que todo el mundo te viene a buscar, que se te acerca la gente que no te hablaba en el barrio" y eso me hizo sentir bien conmigo mismo.

Ahora, cuando hago verjas o portones,  busco a los otros muchachos  que andan en las calles para que trabajen conmigo porque hay unos niños en mi barrio que ya andan en pandillas y yo les aconsejo con mi propia historia, les muestro todas las cicatrices que ando en el cuerpo y  les hablo de lo triste que fue mi vida cuando andaba de vago.

Ayer por ejemplo, cuando estaba trabajando, le dije a uno de esos chavalos que fuera a las actividades del Ceprev, pero él me dijo "el que es vago, es vago". Entonces yo le dije "así pensaba yo antes, pero mirá cómo cambió mi vida y cómo me busca la gente para darme trabajo, y le dije no esperés a que sea demasiado tarde, a estar herido o preso como me pasó a mí para cambiar". Y ya decidí que yo mismo los voy a acompañar al Ceprev para que acepten participar.

Yo pensaba antes como esos chavalos, que yo era el mejor, que nadie me ganaba, le decía a los de mi pandilla "soy más que ustedes, me creía el más lanzado". Por eso mismo me balearon por andármela tirando de macho. Ahora comprendo que ese machismo no te deja nada, y yo les digo a los chavalos que no anden tirándoselas de bravitos en las calles, porque eso al final es lo que te lleva a la cárcel o al cementerio”.

Mónica Zalaquett
Directora Ejecutiva del CEPREV

(La autora recoge testimonios de personas atendidas por el Ceprev que desean compartir sus experiencias de cambio.)

Publicado en la sección de Opinión del Nuevo Diario, Nicaragua el domingo 1 de marzo de 2015.
3 Comments

    Archivos

    January 2016
    December 2015
    November 2015
    October 2015
    September 2015
    August 2015
    July 2015
    June 2015
    May 2015
    April 2015
    March 2015
    February 2015
    January 2015
    December 2014
    November 2014
    October 2014
    September 2014
    August 2014
    July 2014
    June 2014
    May 2014
    April 2014
    March 2014
    November 2013

    Categorias

    All
    Agenda Comun
    Compartir Experiencia
    Desayuno Trabajo
    El Cambio Empieza Por Mi
    Pronunciamiento

    RSS Feed

Powered by Create your own unique website with customizable templates.