Mantente en contacto
Centro de Prevención de la Violencia
CEPREV
  • INICIO
  • QUIENES SOMOS
  • QUE HACEMOS
    • COLABORA
    • Convocatoria
  • PROYECTOS
  • CAMPAÑA
    • Exposición: "Soy hombre y no quiero armas."
    • Exposición: "Managua, luces y sombras tras el balón."
  • PUBLICACIONES
    • Articulos de Monica Zalaquett
  • BLOG

“Soy diferente de mi padre, que destruyó a su familia”

25/1/2016

0 Comments

 
“Me llamo Antonio y tengo 25 años. Mi padre abandonó a mi madre cuando yo tenía dos años y regresó cuando tenía cuatro. Mi madre quedó embarazada de mi hermana y él se fue de nuevo y lo volví a ver hasta que yo tenía 22 años, pero fue mejor así porque consumía drogas y alcohol y golpeaba a mi madre delante de todos mis hermanos.
Mi madre trabajaba de doméstica y nosotros quedábamos a cargo de los hermanos mayores. Cuando nos quedábamos solos nos íbamos a la calle y por esa situación desde los 12 años me integré a una pandilla de chavalos y me dediqué a beber con ellos, a consumir marihuana y a buscar pleitos. Mi madre me llegaba a traer de las esquinas y yo no le hacía caso ni me importaba lo que me dijera.
Cuando tenía trece años llegó el Ceprev a mi barrio y las sicólogas comenzaron a darnos charlas y a invitarnos a los talleres, pero yo solo pensaba en mi vagancia y tampoco les hacía caso. Ellas insistieron y a medida que fui creciendo, me empezó a dar pena estar de vago en las esquinas.  Entonces comencé a ir más seguido a los talleres y ya lo que decían me quedaba en la mente y empecé a recapacitar y a llevarme bien con los familiares y los vecinos.
Pero más adelante, hubo un pleito en mi barrio que dejó a tres jóvenes baleados, y a raíz de eso me arrestaron y estuve seis meses en la Modelo, aunque yo ya había cambiado y no tuve que ver con los disparos. Me sentía mal y le decía a la Policía “¿Por qué me llevan detenido ahora que no ando en vagancias?”. Estando preso tuve un dolor grande porque falleció mi madre y no pude asistir a su vela ni a su entierro. Me puse descontrolado por la desesperación y me tuvieron que dar un calmante. Me sentía muy culpable, porque a raíz de que me detuvieron mi madre empezó a enfermarse, no quería comer y creo que el sufrimiento terminó matándola.
Salí de la cárcel pronto porque nadie se presentó a acusarme en el juicio, y decidí alejarme de mis amigos que seguían en las pandillas, porque no tenía a mi madre ni a nadie que me apoyara. En el Ceprev me siguieron atendiendo las sicólogas y eso me ayudó a dejar el alcohol y las drogas. Estuve asistiendo a una iglesia y allí conocí a una muchacha que ahora es mi pareja, y con la que tengo una niña de dos años y unos gemelitos de 20 días.
Hace tres años me encontré a mi padre. Yo trabajaba en una empresa como ayudante de camión y cuando iba a tomar el bus en la parada, pregunté por él a un señor que lo conocía y me llevó a un tramo que él tenía en el Oriental como fontanero. Yo lo saludé y él se sorprendió porque al inicio no me reconoció. Me dijo que me había olvidado de él y yo le respondí “el que se olvidó fue usted”. Después empezamos a vernos cada quince días y platicábamos de todo, pero en una ocasión quiso culpar a mi madre por no habernos puesto su apellido y entonces preferí no seguir visitándolo.
Ahora yo entiendo que el machismo destruye la vida de los hombres, como le pasó a mi padre que destruyó a su familia y de viejo se ha quedado solo. No pienso seguir ese ejemplo, porque vi cuánto sufrió mi madre cuando tuvo que apartarse de él por su seguridad. No quiero que mis hijos me rechacen cuando crezcan sino que quiero estar siempre a la par de ellos. Por eso soy diferente de mi padre con mi familia, soy responsable y cariñoso, no consumo alcohol ni maltrato a mi compañera, ni pienso dejar nunca a mis hijos tirados.
En los últimos años me he dedicado a trabajar para mantener a mi familia. Y aunque tengo el récord manchado, consigo distintos rumbos como reparación de aires acondicionados y refrigeradoras, mecánico de motos y lo que vaya saliendo. En el Ceprev me dieron una beca para aprender a conducir y más adelante pienso pagar un abogado para limpiar mi récord y encontrar un trabajo fijo”.
*La autora recoge testimonios de personas que desean compartir sus experiencias de cambio.
0 Comments

“Aprendí que ser tranquilo no es cobardía”

18/1/2016

0 Comments

 
“Me llamo Alexander y tengo 21 años. Mi infancia no fue tan bonita. A los 2 años mi madre me dejó con mi padre, pero como él consumía bastante licor y no nos podía mantener el Ministerio de la Familia nos ingresó a mí y a mis cuatro hermanos a un centro reformatorio en la Isla de Ometepe.

Hasta la fecha no he vuelto a ver a mi madre y  mis hermanos y yo no sabemos nada de ella. Nunca supe las razones por las que nos abandonó, pero a pesar de todo la he perdonado y le doy gracias por haberme dado la vida. Sé que algún día el Señor me la va a poner de frente y le daré las gracias también por ese día.

Con mis hermanos pasamos doce años en el reformatorio. Allí nos trataron bien y nunca nos hizo falta nada, no sufrimos maltratos ni abusos. Recuerdo especialmente a un joven que nos cuidaba, porque era muy buena persona, nos trató superbien, nos sacaba a pasear, estudiaba con nosotros, nos llevaba a la clínica cuando nos enfermábamos. Un día antes de salir y venirme a Managua platiqué con él, le dije que una persona como él era difícil encontrar y le agradecí por todo lo que había hecho por nosotros en tantos años que nos cuidó.

Ahora viene lo más pesado que me ocurrió en la vida. Yo tenía 14 años y en Managua nos encontramos con mi padre, él nos pidió disculpas a todos y lo perdonamos, pero yo preferí irme a vivir donde unos tíos que siempre me apoyaron y que tenían bastantes comodidades. A pesar de que con ellos estaba bien, al  año me metí en una pandilla del barrio y empecé a consumir piedra, marihuana y licor. Me dediqué a asaltar a la gente que pasaba para seguir con mis vicios y aunque nunca herí a nadie, les causé traumas a varias personas. 

A raíz de eso caí preso como unas diez veces, una de ellas en La Modelo, pero salí cuatro meses después porque mis tíos y mi padre me apoyaron con un abogado. En esos momentos fue cuando dos sicólogas del Ceprev, que trabajaban en mi barrio, me invitaron a un taller y acepté participar. Para mí eso significó mucho, porque aprendí a controlar mi carácter violento y a perdonar, porque yo de palabra le había dicho a mi padre que lo perdonaba, pero en mi corazón sentía mucho rencor hacia él.

Lo más importante de todo es que aprendí a dejar de ser cruel conmigo mismo, porque a eso nos lleva el machismo. Yo antes creía que ser hombre era faltarle el respeto a los demás, sentirme más que los otros jóvenes, ofender a las mujeres en las calles y no sentir dignidad  por uno mismo. Yo aprendí eso de los otros chavalos en mi barrio y quería ser más “tuani” y poderoso que ellos, pero eso fue lo que me llevó a la cárcel.

A veces me dicen en el barrio “¡Uh, solo mate sos vos!”, “¡de qué te las tirás!” y cosas así, pero  eso ahora no me hace ningún daño. Antes hubiera reaccionado a trompones y patadas, pero en la actualidad no les doy importancia porque tengo una autoestima bien grande. Aprendí que el ser tranquilo no es cobardía sino una cualidad para ser mejor cada día, e invito a todos los jóvenes a que piensen bien las cosas antes de hacerlas, porque cuando nos precipitamos podemos terminar muertos o en la cárcel.

Desde que recibí el primer taller del Ceprev dejé de andar en la pandilla y de consumir drogas y licor. Fue un cambio bastante grande en mi vida, en realidad me cambió el mundo entero. Después dieron una beca para un curso de manejo, conseguí un trabajo como técnico dental y acabo de aprobar mi tercer año de secundaria. Antes en el barrio me miraban como ladrón, se me corrían y yo me sentía como un cero a la izquierda, pero ahora que no dependo de lo robado sino de lo que me gano con mi sudor, siento que tengo dignidad otra vez.

Desde hace un año tengo novia y pienso en grande con ella, quiero formar una familia, tener hijos y darles una educación con amor y cariño, para que no sufran lo que yo pasé en mi infancia. Es cierto que me cuidaron bien en el centro de Ometepe y estoy muy agradecido por ello, pero no tuve el calor de madre y padre y eso no lo puede compensar nada en la vida. 
​
*La autora recoge testimonios de personas que desean compartir sus experiencias de cambio.
0 Comments

“Creo que la violencia se debe a la ignorancia”

18/1/2016

0 Comments

 
“Me llamo Graciela y tengo 26 años. Cuando tenía 5 años mi papá murió de cirrosis porque tomaba mucho y usaba drogas. Era un hombre violento que le pegaba casi a diario a mi madre y lo peor de todo es que también la violaba delante de los cinco hijos. Nosotros nos quedábamos paralizados y aunque ella gritaba, mi abuela no la defendía sino que más bien le metía cuentos a mi papá para que la golpeara.
Yo no podía entender por qué hacía eso, porque a  nosotros mi padre nunca nos golpeó, sino que más bien nos chineaba, nos llevaba al parque y nos cuidaba bastante. Yo lo quería mucho y por eso sufrí bastante cuando él murió y cuando mi madre perdió su pierna izquierda un mes después en un accidente de bus. Con todo lo que le había ocurrido ella ya no quería vivir, pero mis tíos la convencieron de seguir adelante porque tenía cinco hijos a su cuidado.
Un tiempo después, mi madre se juntó con un hombre que también era discapacitado y los primeros años todo estuvo bien, pero cuando fui creciendo pasé un año de terror cuando él se levantaba a tocarme y amenazarme con matar a mi mamá si decía algo. Un día en que él no estaba le dije a mi mamá lo que hacía y ella le reclamó, pero él me acusó de mentirosa y mi madre no hizo nada. Al día siguiente me levanté temprano, agarré un bolsito con una “mudada” y me fui donde mi abuela. Tenía 11 años y me quedé con ella hasta los 14, cuando conocí a mi actual pareja y me fui a vivir con él.
Ahora llevo un mes de casada y once años de acompañada con el mismo hombre. Tenemos una niña de 10 años y estoy esperando un bebé que nacerá en estos días. Al inicio, mi esposo tomaba día por medio y era muy violento, me gritaba, me golpeaba y me corría de la casa, pero hace unos cinco años comenzó a asistir a los talleres del Ceprev y cambió completamente, superó su alcoholismo, dejó de golpearme, gritarme y amenazarme y más bien se volvió atento conmigo, me ayudaba en la casa a cocinar, a lampacear, nos daba amor y platicaba conmigo y la niña de lo que había aprendido con esa organización.
Un día me invitó a participar porque yo lloraba mucho al recordar que mi madre no me había creído. Asistí a varios talleres y pude comprender que mi madre había preferido a mi padrastro por todo lo que ella misma había pasado. Entonces pudimos platicar y ella me pidió perdón. Ahora estamos muy relacionadas, pegadas diría yo, porque está pendiente de mí y de mi embarazo, a pesar de que es una mujer discapacitada.
También pude perdonar a mi padre, porque aunque lo quería bastante me pesaban mucho los recuerdos feos de los abusos a mi madre. Comprendí que él había aprendido ese machismo de mi abuelo, que le hacía a su madre lo mismo que él le hacía a la mía. En el Ceprev también me enseñaron a tratar a los hijos con amor si queremos tener una familia unida y sin violencia.
Ahora mi pareja es promotor del Ceprev, él ayuda a otras personas dándoles charlas y educándolas en estos temas en nuestra propia casa. Por ejemplo, apoyó a una pareja que se había separado por las infidelidades del marido. La joven se quiso suicidar, pero él le ayudó a reflexionar y a mejorar su autoestima. Cuando ella volvió con su marido, él también asistió a las capacitaciones y ahora vemos que ya no es violento y que está unido con su esposa y sus hijos.
Creo que muchas veces la violencia se debe a la ignorancia de la gente, a que repetimos lo que hemos visto desde chiquitos hacer a nuestros padres sin comprender los errores que ellos cometieron, pero cuando vemos cómo son las cosas y tenemos la oportunidad de reflexionar,  cambiamos.
Por todo eso me siento bien ahora que hay amor y paz en nuestra casa. Mi varoncito va a nacer y pienso aplicar todo lo que aprendí en su educación, voy a platicar con él de los peligros que hay, le voy a enseñar a amar y respetar a las mujeres y jamás le voy a inculcar el ser violento o jugar con un arma. No quiero que sea otra víctima del machismo y que vaya a sufrir lo que tantos jóvenes que se drogan y se enfrentan en las calles”.
*La autora recoge testimonios de personas que desean compartir sus experiencias de cambio.
0 Comments

    Archivos

    January 2016
    December 2015
    November 2015
    October 2015
    September 2015
    August 2015
    July 2015
    June 2015
    May 2015
    April 2015
    March 2015
    February 2015
    January 2015
    December 2014
    November 2014
    October 2014
    September 2014
    August 2014
    July 2014
    June 2014
    May 2014
    April 2014
    March 2014
    November 2013

    Categorias

    All
    Agenda Comun
    Compartir Experiencia
    Desayuno Trabajo
    El Cambio Empieza Por Mi
    Pronunciamiento

    RSS Feed

Powered by Create your own unique website with customizable templates.